Las palabras siguen siendo, quizás, la última barrera precaria contra la difusión de la tecnología digital en su expansión hacia fronteras siempre nuevas. Por un lado, la escritura y la voz dan consistencia a nuestro pensamiento con argumentos aprendidos, acrobacias humanas falaces e infinitos matices; por otro lado, todo es succionado, recogido, abarrotado y analizado: los supernumerarios de datos parecen capaces de captar significados, dobles sentidos, ironías y contradicciones. Incluso cada una de nuestras dudas hoy encuentra un hogar en la nube, en el hermano mayor de la nube: la mente custodia del conocimiento humano. Así como el custodio de la maldad humana.
                          
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